Yo
estaba en una playa desnudo y parado frente a el, un pulpo de 15 metros, o más.
-¡BICHO DE MIERDA!- grité y corrí hacia el
con el facón.
Corté una y otra vez, esquivando tentáculos y
adentrando mi mano izquierda, que estaba desocupada en sus tripas viscosas y
sacando con ella lo que alcanzara a agarrar desde su interior.
Logró
tomarme con uno de sus tentáculos gigantes, como el, pero lo corté y volví a
encarar. Esta vez con cortes más amplios y profundos, al fin pude abrirle un
hueco que me permitiera entrar. Una vez adentro, di mil pincelazos con el filo
del arma y sentí al bicho caerse sobre mí, muerto, bien muerto.
Luego
desperté y Maradona me saludó sentado a los pies de mi cama.
-Hola
pibe ¿ya mataste al pulpo?-
Y
entre charla, accedió a contarme con detalles el gol a los ingleses, el gol más
lindo de la historia de los mundiales.
Pero
volví a despertar y en mi cuarto no había más que mi fiebre y yo postrados
sobre la cama.
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