sábado, 16 de febrero de 2013

¿Resaca? No, gracias.


Como balas, pequeñas cuentas de sol que se filtran sin piedad por la persiana acribillan mis ojos. Es domingo y no sé qué hora es. Manoteo algo en la mesa de luz desde la cama, aun con los ojos cerrados a la fuerza y en vano, no me despertó ningún despertador, tampoco es que tenga uno. Huelo muy mal, a vino en tetra, a litros de cerveza, a sudor de tipos que hicieron pogo.
Tengo el ojo algo hinchado ¡¿qué mierda?! tremendo sopapo me comí y apenas me acuerdo, por eso dolía tanto despertar. Se quien lo hiso, pero no sus motivos… andá a saber, seguro lo insulté, el devolvió el insulto y yo di el primer golpe; directo a la mandíbula. Puedo recordar como el y su barba retrocedían como respuesta, fue un buen golpe, pero no lo suficiente fuerte. El suyo fue descarado, atacó mi ojo de costado mientras yo hablaba con su prima, una chica nada linda, pero chica en fin, tampoco es que el abanico sea tan extenso en recitales de heavy metal; ya se había pasado la barrera de las 4 am, a eso se le suma mi ebriedad. En fin, su puño se incrustó en mi sien y en parte de mi ojo, de forma descarada como ya dije, desde el costado y sin que yo pudiera esperarlo, me tumbó, me levanté y nos trenzamos, un golpe a la vez. Llegaron los dos policías que estaban en la entrada y nos sacaron a palazos. Afuera volvimos a agarrarnos y los policías volvieron a surtirnos con sus palos para separarnos. Ambos nos fuimos rengueando, el por su lado y yo por el mío. Ahora ¿cómo llegué? Solo los árboles que me vieron pasar lo deben saber, aunque escuché por ahí que los árboles ignoran a los borrachos.  



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