Eran las tres de la mañana y una luz tenue pintaba las
paredes de la habitación del departamento 9B de rojo. Joaquin miraba a su novia
Elena practicarle sexo oral y mantenía toda su concentración en el acto, como
si afuera no hiciese calor, como si los chinos hubiesen dejado de reproducirse.
Elena vivía sola en el centro en ese departamento, estudiaba en la ciudad, pero
era de Salta, Joaquín en cambio era un riojano de barrio que creía que por
haber leído un par de libros de Borges podía caminar sobre el agua.
Ella levantaba un poco su cabeza, abría los ojos, lo miraba y
sonreía aún con el catzo en la boca y el parecía inmolarse del placer, al punto
de que sus dedos y las sabanas se hacían uno, al mismo tiempo, sus piernas se
estiraban hasta que sus pies llegaban a rebasar los bordes de la cama.
-Estás golosa esta noche, ¿eh?-
-La concha de tu madre Joaquín- dijo Elena después de
levantarse y secar con su antebrazo la saliva y alguna que otra gota de semen
precoz- no soy una de esas negritas putas que te cogías.-
-Al menos esas locas no arruinaban este tipo de momentos- Replicó
Joaquín, como murmurando y como arrepintiéndose a medida que cada letra era
expelida por su voz, pero luego pensaría “¿qué más da?”.
-No puedo creer que estuve chupando la pija de un tipo tan
pelotudo, mis amigas tenían razón.-
-Tus amigas, ellas siempre tienen razón -Dijo molesto- si
vivieras más como vos y menos como ellas te tragarías la leche con una sonrisa
y esto marcharía bárbaro.-
-¡Acabás de arruinar un mes hermoso de noviazgo!- Gritó ella
con gestos de discurso hitlerianos- esto hubiese andado bárbaro si te hubieses
preocupado más por mí y menos por los tratos que recibe tu poronga.-
-Pero nena, lo que decís no tiene lógica, mi amigo me importa
mucho más que el puto mes de noviazgo pedorro que llevamos o de lo que te
puedan importar a vos tus amigas y lo que creen- Joaquín ya comenzaba a
vestirse, aunque no encontraba su remera.
-¡Claro! vos sabés todo, hasta lo que las chicas creen,
porque sos un trotamundos de 21 años- Elena ya tenía su ropa interior puesta e
iba por sus pantalones, que estaban al otro lado de la cama.
-No sé si todo, pero se cómo se manejan y las reglas
pelotudas que se ponen, como si la vida fuese un capítulo de rebelde way para
mayores de 18- Joaquín estaba ya a medio vestir, aun sin encontrar su remera- Y
no me mires con esa cara, porque sabés bien a qué me refiero.-
-No, claro que no sé, no leí tantos libros como vos, así que
a ver decime como nos manejamos- Elena se paró y caminó a la puerta de la
habitación, dio media vuelta y volvió a mirar a Joaquín para escuchar su
respuesta.
-Esa puta manía de putas, de garcharse a cualquier
desconocido que les parezca atractivo cuando están solas o todo va para atrás
con sus parejas y de entregarse enteras, pero cuando un pibe les gusta en serio
se guardan de él y para él, ¡eso no tiene lógica! ¡si vas a ser puta que sea de
la pieza para adentro!
Elena quebró en llanto, Joaquín seguía sin encontrar su
remera.
-Coger y lo que está relacionado con eso es todo lo que te
importa- Las lágrimas que bajaban por las mejillas del lindo rostro de Elena y
se metían a su boca, sumado a los espasmos del llanto, hacían que sus palabras
se cortaran en saltos similares al hipo.
-No es eso nena- Dijo certero- coger no es más que pasar un
buen rato, y vos no hacés pasar un buen rato, vos pensás que una novia tiene
que ser necesariamente una esposa. Me voy.-
Joaquín empezó a caminar sin su remera. Ya ni esperaba que
ella corriera para pararlo; eso tampoco pasaría, era su primera pelea y la
última.
Pensar en ella, desde que cruzó esa puerta, despertaría en él
cierta sensación nostálgica (amarga como el tabaco) y quimérica. En su cabeza no dejaba de preguntarse “¿Cómo
puede una chica tan linda ser tan mala o mezquina en la cama? Encima con su
novio”. En el camino a casa repetiría varias veces que “son todas iguales” o “no,
no son iguales, ¡una es peor que la otra!” como quien habla solo o con
fantasmas mientras camina.
Llegó a su casa, encontró milanesas frías en la heladera, las
mandó al microondas, mientras se calentaban preparó un plato y cubiertos;
comió, luego se sentó a ver la tv, abrió una cerveza y él solo vivió feliz, pero nada dura para siempre, ni las
botellas, ni las negritas putas del barrio.
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