domingo, 28 de abril de 2013

Una leyenda urbana


Tuve una vez a una chica, de las que uno  se asombra de tocar, una leyenda urbana. Una burguesa de barrio, un milagro de ciudad. Desequilibrio mental era su segundo nombre y Diana el primero. Tenía todo y hasta quizás un poco de más, hacía gimnasia por las mañanas, cocinaba de vez en cuando y regalaba sus tardes al mejor postor, de noche dormía o se escapaba, pero por lo general dormía.
Buscaba en mi, según dijo, algo que no tenían ni los choros del barrio que tanto le calentaban antes, ni el conchetaje con el que su familia la cruzaba esperando emparejarla para mantenerla a distancia de los primeros, que como ya aclaré, eran su target favorito. Nunca supe qué era eso que yo tenía para ofrecerle, solo soy un cheto para la negrada y un cabeza para los ricachones. Para otros, soy solo un tipo raro y para los raros alguien normal. Lo que me hizo pensar lo pasado como algo suyo y solo suyo, que poco tenía que ver yo con las fantasías que se tejía conmigo.
Diana ya no era la nena de papá, le crecieron las tetas y con ellas, como era de esperarse, su intriga por el sexo: sus variantes, secretos y así empezó, viendo videos porno que su hermano escondía en un placar viejo de caoba en el cuarto de invitados. Después se dejó cepillar por cuanto negrito poronga habitara el barrio. Le gustaba hacer el caos entre esos pobres simios y sentarse a ver como se disputaban su vulva a trompadas, ella solo reía, como se ríe un vagabundo de las casualidades y para sus 20 años ya había frecuentado más de 50 miembros viriles de público conocimiento, por poco salía en los diarios cada vez que se encamaba y no le importaba.

Esa tarde que me habló en la calle, me pareció más terrenal de lo que pintaba la fachada cruenta y lúgubre sobre la cual se posaban su cuerpo y reputación. Era un caso perdido para todos, del que yo, como tantos, me pude dar el gusto de gozar. En esa ocasión le terminé hablando de Foucault (nunca fui un hábil conversador), como si entendiera, de hecho parecía entender y despilfarraba interés en mis anécdotas también. Fijaba su vista a mi boca y mis ojos. La vi en privado una sola vez y, lo raro no era que se había escapado en bikini en medio de la noche, más si el oficio con el cual caía ante cualquier verso barato. 

Después del primer beso y antes del sexo procuré no hablar demasiado. Entendí que las leyendas urbanas no son etéreas y que los vagabundos sonríen más seguido de lo que todos piensan.

miércoles, 24 de abril de 2013

El derecho implícito


Hoy, escribo esto a la luz de las velas, en un papel que ya tiene algo escrito (de seguro más importante), mientras intento que las gotas de sudor no caigan sobre el mismo y con un lápiz negro de pobre trazo. No es la edad media, es solo que vivo en La Rioja y es febrero, 13 de febrero. Para ser aún más precisos... hacen (algo así) como 34º y son las 10 de la noche de un puto domingo 13 de febrero en la Ciudad de Todos los Santos (y tantos demonios) de la Nueva Rioja. Durante las últimas horas de la mañana y las primeras de la tarde, se sufrieron más de 45º de temperatura. El día de ayer lo avisó de cierto modo, todo febrero lo avisó… era el día más caliente del año. Las calles; fermentadas por la harina, agua, vino, barro y cuanta mugre reste de las chayas barriales, se hicieron inhabitables y el aire acondicionado fue religión.
Lo más extraño de esta época: sin duda, es el hecho de que todos parecen disfrutarla y yo estoy seguro de no hacerlo. El calor riojano quema hasta el espíritu. La gente deja de ser gente, y embebida en tradiciones distorsionadas se ahoga con su propio vómito conformista de vino y fluidos corporales ajenos… o debe ser, que yo, que estoy afuera de todo el cambalache de amoríos fugaces, borracheras y caravanas los veo así y miren que a mi me gusta la joda, es solo la época.
Voy a dejar de lado a la gente, que poco tiene que ver con mi infortunio, con mi padecer. Ayer también hizo mucho calor, tanto calor… que sumado al consumo excesivo de energía eléctrica, porque todo el mundo permanecía en su hogar con su aparato acondicionador prendido y andando al máximo de sus posibilidades, se produjo una saturación y un sobrecalentamiento en los generadores por lo que los transformadores que proveían el suministro de luz en ciertas zonas de la ciudad sorteadas al azar (entre ellas mi barrio) sucumbieron ante lo que denominaban “cortes aleatorios y preventivos”; al menos eso me dijo el empleado de la empresa monopólica, extorsiva, que le provee este servicio a toda la ciudad cuando llamé desde mi celular para preguntar qué había pasado. Todo esto se dio a eso de las siete de la tarde y yo estaba como todos refugiado y disfrutando de las comodidades del Split que tengo en mi cuarto mientras leía en mi computadora “Pecados sin cuento” de Richard Ford, un compilado de algunos de sus cuentos, bastante entretenidos y a veces morbosos. De un segundo al otro nada funcionaba. No pasaron más de dos minutos y llamé, me dijeron eso que aclaré antes y:

–Disculpe señor, pero no podemos hacer nada. Los cortes fueron avisados durante la semana en todos los medios de comunicación– Era sábado.
–Bueno, ahora aclarame esto…– respiré para tranquilizarme y continué –Ya no puede tocar mi barrio de nuevo ¿no?
–Si puede, se sortean todas las zonas, todos los días y por 2 horas, va a ser así solo por las siguientes dos semanas señor.
–¿Y qué posibilidades existen de que vuelva a tocarle a mi barrio?
–Las mismas que tenía hoy, 1 en 56.
–¡Bue! Espero no tener el mismo mal orto mañana…
–Esperemos que no señor.

Todos los servicios, telefónicos, de luz, de agua, de gas, internet, lo que se te ocurra; todos ponen a gente insensible a trabajar en asistencia al público. Ninguno es buen actor, ninguno triunfaría en los teatros porque no pueden fingir algo tan simple como el interés. Cada llamado, para ellos, es una molestia, un boludo con el derecho a quejarse, al cual deben aguantar e intentar ayudar hasta últimas instancias, aun sabiendo desde el principio que nada pueden hacer por ellos.
No es la intención real de quien escribe el caer en el cliché, ni en lo trillado, todo fue mera casualidad, que mi barrio haya tocado de nuevo, pasarme una hora puteando, el prender una vela, el buscar un lápiz, todo. El 1 en 56 parecía confiable. –¡La puta madre, loco! ¡De nuevo a mi barrio! ¡Estos hijos de puta se cagan enteros en la gente!– eso grité para empezar y tuve que llamar desde mi celular nuevamente para escuchar la misma respuesta, por parte de otra persona. Esta vez eran las 9 PM.

–Si flaca, ya sé como es la cuestión con lo de los cortes…– había perdido la paciencia –¡Ayer también llamé!
–Bueno señor, le pido mil disculpas, pero no puedo hacer nada por usted.
–Vos estás en una oficina o en donde sea con aire acondicionado, yo estoy en mi casa transpirado hasta las bolas en el día más caluroso del año y harto de que nadie pueda hacer nada para ayudarme– hubo un silencio y seguí –lo mínimo que podés hacer es bancarte mis ganas de putear aunque no solucione nada, la re concha bien de la lora, porque vos y todos los hijos de puta que están arriba y abajo tuyo son unas mierdas inconscientes y se refriegan a los clientes por el orto.
–Señor, por favor adecúe su lenguaje o voy a tener que colgar.
–Si ofrecés un servicio de mierda, que encima es el único, no te hagas la correcta, que de seguro te mamaste más puteadas que porongas y sabés bien que todos tienen razón y derecho a hacerlo, porque cobrás prácticamente por eso y porque sos una negra del orto que no puede dar soluciones.
–¡Pará un poco che! no te pases, que si pudiese ayudarte lo haría. No tengo la culpa de lo que te está pasando– me dijo enojada y controlándose (claramente grababan las llamadas).
–¡No te hagas! Te importa una mierda, a vos y a todos esos hijos de re-mil putas que se gastan la guita en merca y en pagarle a pelotudas como vos que nunca pueden hacer nada, en vez de invertir para mejorar el conchudo servicio ¡Esto no pasa ni en África!

Colgó. Yo me sentía mucho mejor.

La luz volvió a eso de las 10:59 PM. Estaba escribiendo esto, iba por la parte en la que hablo con el muchacho que me atendió ayer. En mi casa el corte dejó como saldo un televisor quemado, el motor de mi aire acondicionado (destruido), dos focos también quemados en el fondo y un ventilador de techo sin funcionar en la cocina. En las dos casas que están al lado de la mía pasó algo similar, a tantos otros también les pasó. La gente en el kiosco, en la carnicería y hasta los turros del barrio (una nueva tribu urbana, al parecer), que se juntan en la plaza, en su lenguaje de simios raquíticos con piercing hablaban de eso.
Me imaginé haciendo una cola de media cuadra a las 9 de la mañana del lunes para reclamar. Imaginé a doña Ernestina puteando a diestra y siniestra a los empleados, como lo hacía en la carnicería. Me vi indignado recibiendo explicaciones insatisfactorias frente a un tipo o una tipa sin título secundario. Acto siguiente, pensé en los indios que habitaban antes La Rioja. Estaba fumando marihuana y pude deducir que los indios de seguro también fumaban; de otra manera ¿qué carajo harían a estas horas sin luz eléctrica?
Después sentí vergüenza de mi mismo por pensar tantas estupideces y me dispuse a terminar esto para pasarlo a la computadora, pero ya no tenía tantas ganas.   
                                                                                                                                            

           





sábado, 20 de abril de 2013

No es veneno


Una voz de alarma
un reloj despertador
ella es eso y más
me cocina
me da momentos
y besos 
también me acaricia el pelo
yo caigo dormido a su merced
y no me pide nada a cambio.

Yo le doy largas risas cuando hablamos
le doy mis poemas 
en parte le pertenecen 
en parte mis poemas son ella
también son los perros sarnosos
un vaso agrietado
o las moscas que copulan sobre los cables
pero mayormente ella
… y tampoco le pido algo a cambio.

Solo bastó ver su culo
bailoteando desnudo
de camino a la heladera
sus tetas rebotando
y los delicados trazos en su espalda
para terminar escribiendole
todo se dispone así
nada tiene que cambiar
el arte va a seguir brotando
mientras su culo siga bailoteando a mi vista
mientras me siga dando 
su todo sin pedir nada a cambio. 

Gil


Ella abusó de mi, tanto como yo de ella
por eso sé que fue amor
descarado, pero amor en fin.
Bueno fue tenerte cuando te tuve
y precisa la despedida
cual incisión de urgencia 
(sin anestesia)
así de dolorosa y lúgubre.

Como toda rosa, estabas cubierta de espinas
y yo me abracé a vos
como un gil sin medidas
como el árbol que le abre sus ramas al cielo. 

lunes, 15 de abril de 2013

Siempre es lo mismo nena


Claridad. Pedirte claridad a vos es esperar que lluevan monedas; que tus decisiones sean correctas con todas las consecuencias a cuestas y todo lo caótico que resulta de tus ideas. Pedirle precisión a tus palabras es morir en la calle un jueves de agosto, un estacionamiento vacío, tu maquillaje en mi almohada por las mañanas. Tal vez exagero, pero no te entiendo… para nada.
Escapar no es una opción, pero las opciones comprenden azar y eso, básicamente, te define, te compone, te desnuda frente a los espejos. Se entromete en tus asuntos y yo no puedo más que mirar. Caer es una opción, es la salida de emergencia y el martillo tras un vidrio que se hizo para romperse. Soy tuyo otra vez… cada vez.

jueves, 11 de abril de 2013

Catorce días a la basura.


Llevaba dos semanas sin fumar aquella vez; una decisión espontánea de la cual me arrepentí desde el primer momento, más que nada debido a la abstinencia y la ansiedad que precedían de ella. Estas ingratas sensaciones pueden convertirlo a uno en un cuasi-humano-resorte que va de lado a lado y busca bajo las piedras, bajo los colchones y hasta dentro de los calzados cigarros o algo que se fume; la saliva se excede a la que se produce en parámetros normales y las manos, las manos tiemblan mientras buscan una comodidad perdida, esa que ofrece el tabaco posado entre los dedos, esperando a ser fumado, esperando la próxima pitada.
Me comí dos milanesas frías que sobraron del almuerzo (el voraz apetito es otro de los cruentos efectos que se desprenden de esa decisión) y harto del encierro me decidí a caminar sin más razón que la trillada excusa de "despejar la mente" -Me conozco, voy a terminar comprando cigarros- era lo que pensaba, también uno de los motivos por los cuales no salía demasiado en ese entonces, intentaba ir de casa al trabajo y del trabajo a casa, o de casa a la universidad y así... pero esta vez lo necesitaba, en realidad necesitaba fumar, pero caminar sin destino estipulado me sonó en el momento a un buen veneno para matar al ratón que se daba un festín con mis nervios y mis neuronas en esos días.

Era septiembre y como de costumbre ya hacía calor en la ciudad de todos los santos y cornudos, pero no faltaba demasiado para que el sol se guardara. Me saludó mi tía al salir, ella vive al lado de casa y es una señora de basta edad y muy agradable, yo le devolví el saludo y encaré hacia el centro de la ciudad que queda a unas 11 o 12 cuadras, pero no pensé en ningún lugar en especial. Pasé el canal de la última esquina y el olor a basura, animales muertos y agua estancada combinados me hizo recordar cuando de niños con mis amigos del barrio jugábamos por ahí, tirando piedras al canal cuando llovía y había caudal, probando balsas hechas con maderas de tarimas; sino, hacíamos puentes, otras veces nos pasábamos la tarde saltando de lado a lado el mero río artificial de mugre. Cuando el agua se iba nos ocupábamos haciendo casas de barro o simplemente empujándonos unos a otros a una caída de poco más de dos metros, altura considerable para pendejos de 8 o 9 años apenas. Por suerte mi camino se vio bifurcado de las que más tarde se convertirían sin duda alguna en malas juntas a eso de los 12 años. Comencé a salir solo más seguido, hice amigos en otros barrios con los que estaba cómodo, con los que no tenía que fingir nada en ningún momento, todo se remite a eso, la comodidad y poder ser. La cuestión es que cada vez que salía, por lo general, iba al centro y pasaba por ahí. Siempre los mismos olores, siempre los mismos colores y siempre la vegetación que rodeaba el canal estaba muerta; de niño lo ignoraba, pero a medida que pasaban los años esto me afligía cada vez un poco más. Me llegó a importar tanto que de un momento a otro dejó de importarme del todo, me resigné, tanto a la estupidez de la gente que continuaba usando el sitio como basurero y al desinterés de todos los gobiernos de turno que nunca hicieron algo por los que realmente padecen las inclemencias de vivir cerca del lugar. Por suerte no jodía a mi casa.

Andaba con mis manos en los bolsillos para apaciguarlas. Mi caminar era algo rápido y de ritmo constante. Uno de los beneficios de dejar el pucho, sin dudas es que se respira mejor y los olores se perciben de manera más nítida, ya lo había comprobado al pasar el canal y seguía haciéndolo, se olían las flores que perfumaban algunas veredas del barrio El Matadero, el humo de los autos y motos; cada vehículo tenía un olor (en sí característico por la quema de combustible) que resultaba distinto según la marca y modelo. Paranoias de un patético abstinente. Sentí que estaba bien, que podría caminar todo lo que quedaba del día si me lo propusiera, de hecho, ver paredes de colores distintos y caras de gente que barría veredas o las regaba era hipnótico y concedía cierta sensación de relajo. Pasé por la comisaría tercera, cuya jurisdicción comprende a mi barrio, El Matadero, Jardín Residencial, Ermitilla y algunos sectores del barrio Hospital. En la puerta del lugar un policía gordo (en abundancia) hablaba a un micrófono sostenido por un gil de camisa y corbata mientras lo filmaba un rubio de pelo largo con una cámara de video, quizás en modo de reportaje, quizás estaba dando algún mensaje inútil. Todo esto ocurría mientras a un pibe cumbia de tal vez 15 años, patillas largas, pelo teñido, sucio, todo moreteado y con la remera blanca (de alguna marca que no existe) ensangrentada lo subían entre otros dos policías a un móvil sin que presentara demasiada oposición, claramente, estaba abatido y lo despachaban después de una buena paliza “correctiva”. –Este va a la alcaidía– dijo uno de ellos al que estaba sentado esperando en el asiento del conductor. No sabía de qué lo acusaban, pero algo me decía que era inocente, solo sabía que con policías como los que hay por estos lados es difícil juzgar a los criminales que caen en sus manos como criminales en sí. Pero pensar quien era mejor resultaba tan en vano como elegir entre comer vómito o mierda.

Pasando la comisaría, siempre me llamaron la atención dos casas que no parecían encajar para nada con ese barrio. La primera, en la vereda de la izquierda, era de dos pisos y tenía un amplio jardín delantero con una fuente de agua en el medio, sobre la cual un pequeño ángel de porcelana, quizás, completamente en bolas (por decirlo mal y rápido), escupía el agua que caía de nuevo al recipiente de coloridos cerámicos y piedras pintadas de blanco, todo esto tras altas rejas firmes y pintadas de un verde demasiado oscuro. De seguro la mansión ocupa el tamaño correspondiente a dos, pero tal vez llegue a tres casas de las normales, de las que se veían pegadas una al lado de la otra y en repetición arquitectónica hasta no hace más de una cuadra. La segunda casa en discordia era un fuerte nuclear en plena superficie terrestre. Tenía una tapia de no menos de cuatro metros y grandes portones y puertas de un metal que de seguro se usa en el Área 51 para proteger las naves espaciales recuperadas por la armada estadounidense en los 50’s. ¡Ah! casi me olvido, estaba pintada de un rosa totalmente molesto a la vista, aunque quizás hasta un ciego se quejaría. Nunca vi a nadie salir o entrar a esas casas.

Saliendo del barrio están las vías de un tren que ya nadie espera (porque ya no pasa). Estas, se habían construido hacía comienzos del siglo anterior y básicamente, su propósito consistía en transportar minerales que se explotaban en las provincias del cuyo hacía la capital del país, también como nexo entre Mendoza, San Juan, La Rioja y Catamarca. Desconozco el motivo por el cual se dejó de usar, pero para cuando yo había nacido, tal servicio llevaba algo más de una década extinto.
Bajo las vías y cruzándolas de forma vertical pasaba la calle principal del barrio, continuación de otra calle importante del centro. El lugar transmitía cierta nostalgia, también peligrosidad y la sensación de ser buena ubicación para tener sexo en público a falta de guita para el telo. De hecho, conocía gente que lo supo frecuentar con esos fines. Esa sensación, en sí, era producto de la oscuridad y la cantidad abrumadora de forros anudados desplegados por el suelo; también el fuerte olor a secreciones corporales, de toda clase. Por último, una avenida (Gobernador Gordillo) marcaba los límites de un barrio del orto con respecto al centro de la ciudad.

Ya era de noche y yo estaba en el parque Sarmiento, que en realidad tiene otro nombre, se lo cambiaron hace unos años, pero todos le siguen diciendo parque Sarmiento. Más que parque era una de las plazas de la ciudad, la más oscura de todas. El escondite para punks, rollingas, heavy metals y toda clase de jóvenes adeptos a la falopa y/o al alcohol. Todo se podía bajo la sombra de sus altos árboles, sombra que se convertía en penumbra con la llegada de la noche; penumbra que minimizaba a quienes se acogieran bajo ella a simples siluetas de movimientos carentes de motricidad humana. Yo me senté en el lugar que ocupaba con mis amigos, solo que esta vez estaba solo. Solo y pensativo, así que no tan solo después de todo. Supe que era hora de seguir caminando cuando a mi alrededor esas siluetas que describí comenzaban a prender, en sincronización, cigarros y tal vez porros. Debía alejarme de la tentación.
Caminé las calles del centro hacia la otra plaza, la principal, que como en todas las provincias lleva el nombre “25 de Mayo”, está a unas cinco cuadras de la Sarmiento. Una rubia pasó fumando a unos metros de mí y pude sentir el humo de su pucho haciéndose lugar en mis fosas nasales. Ya en la plaza, todo el mundo estaba con un cigarro en mano. Todos menos yo, que volví a sentarme a mirar gente, ahora si gente y no siluetas. Con pensativo, no necesariamente hacía referencia al pensar con un fin productivo. Intentaba deducir estupideces, inferir en la nada, todo al compás del completo aburrimiento. Le asignaba una historia a cada persona que me llamara la atención, como a un flaco de camisa de salir y jeans grisáceos que llevaba dos bolsas, una con una botella de lo que parecía ser vino y en la otra una baguette de pan, verduras y pollo. A este tipo pelado y bajito, me lo imaginé en una cena romántica infructuosa, para ser más claro, carente de acción sexual al final, quizás si algún besuqueo, pero sexo seguro que no. Todo sería un gasto en vano, que obviamente no expondría de tal manera, ya que los que fracasan y aun así demuestran conformidad se sienten en falsedad menos fracasados de lo que son en realidad, cosa que no importa en absoluto, porque aun así se reconocen en pleno fracaso irrevocable, bien, bien dentro suyo.    

No debió pasar demasiado tiempo para llegar a aburrirme de las personas y sus historias (tal vez 20 minutos).
Me paré, miré de reojo el kiosquito que hay en una especie de garita ubicada sobre la esquina de la plaza (dónde venden cigarros) y emprendí mi tristemente célebre marcha de vuelta a casa. En un momento de silencio total las caras que decoraban las calles no expresaban nada, caras calladas, de una ciudad de carácter  perezoso, un pueblo que solo quiere llegar a casa, cenar, chusmear un poco en la sobremesa y torrar al calor de la tv, que no me explico cómo, pero les resulta más interesante que una chimenea. Caminaba y miraba, y entendía que mis ganas de volver eran en parte similares a las suyas, a todos nos ata algo, a mí por desgracia me ataban las ansias. Pocas veces me sentí tan interiorizado a mi humanidad como esa vez, sin exagerar. En la esquina en diagonal a la Sarmiento, caminaba para cruzar de vereda y una escena me tenía atrapado; un perrito, no chico de edad, sino más bien de tamaño (pero claramente bastante vejete), soltaba un gran pedazo de sorete, mientras su dueña indignada lo puteaba –¡Coco! ¡No Coco! ¡Que perro hijo de puta que sos!– y agitaba la correa que suponía otorgarle cierto poder sobre él; todo esto a la vista de una considerable cantidad de gente que reía del enojo de la no tan bien amaestrada señora, le había sacado el protagonismo a su mascota. Contemplé esto y a la vez crucé sin echar un vistazo a la calle de la cual podía venir algún vehículo. Sentí una bocina acercarse rápidamente y me corrí de manera errónea hacia la dirección por la cual el motociclista había decidido esquivarme, el realizó una maniobra en el sentido contrario y terminó pasando por mi izquierda, pero al intentar estabilizarse, la aceleración lo hizo dar contra la carcasa de un auto viejo que permanecía estacionado en esa cuadra desde que puedo hacer uso de razón. Un fuerte estruendo llamó la atención de todo el mundo y un grito seco le siguió casi instantáneamente, luego silencio repentino.

Por suerte llevaba mi celular conmigo, llamé al 103 que es el número de emergencia médica y por ser el centro, la ambulancia no demoró demasiado en llegar. Cargaron al muchacho inconsciente, pero sano, según pude husmear en la conversación que sostenían los dos paramédicos que le echaron un vistazo antes de subirlo a la camilla. No había mucha sangre, cosa que me dejó más tranquilo. Se llevaron al tipo y la gente que se salió de su recorrido para sumarle datos a la anécdota post-cena comenzó a dispersarse, yo también volví a mi caminar. Esta vez paré en el kiosco a mitad de cuadra, frente al parque y compré un atado de veinte cigarros, saqué uno, guardé el paquete y pedí fuego a un señor barbudo en la calle. A mi parecer, había cosas más importantes que las ansias. Como por ejemplo; el intentar no mirar hacia la oscuridad de las vías en caso de escuchar gemidos. Todos merecen privacidad después de todo, hasta los pobres.  

viernes, 29 de marzo de 2013

Un destello de libertad

No pares el taxi en las vías del tren
no levantes tu cabeza, gritá si te duele.
No dejes de mirarte al espejo por las mañanas
la depresión puede ser leña para el fuego del alma
a veces es un Si menor, otras una lágrima en el baño
una mordida suave al labio inferior
prometer estando seguros de no cumplir...

Si hubiese sabido...
que la libertad y la crueldad son la misma cosa
creer en mi no sería mentirme 
y confiar en otros algo totalmente posible
no porque mientan, ni por miedo
solo que...
de existir un destello de bondad en mi ahora mismo
estaría aquí escrito (pero no está).

No camines sola por las noches
la seguridad es solo una sensación
buscate amigos de los cuales no tengas que cuidarte
enemigos con los que puedas juntarte a tomar mate
y conversar harto rato.
No preguntes y no respondas, bien sabés...
todo sentimiento humano tiene fecha de caducidad
los barcos llegan o se hunden
los focos se queman
y tu carita indignada dice más que mil puteadas.










domingo, 24 de marzo de 2013

Un cadáver a solas


La palabra silencio quedaría a mitad de camino para definir la rapaz ausencia de sonidos que rellenaba los espacios de la habitación. Más bien se le podría llamar muerte. Sobre el suelo yace el cadáver de un muchacho  de unos veinticinco años aproximadamente, cabello castaño claro y algo ancho de cintura que al parecer lleva ahí horas; el color que ha tomado su piel y los olores que se desprenden por la pudrición son las únicas cosas que hacen ruido. En la habitación de al lado, que está inundada de vapor, una de las hornallas de una cocina del siglo anterior escupe llamas bajo una pava de metal ya sin agua.
El lugar en si pareciera estar en plena descomposición, las paredes con la pintura chorreando en algunas partes, en otras directamente solo muestra revoque mal hecho, las tres puertas a medio caer, dos de las tres de madera que se quebraría sin oponer demasiada resistencia y la otra de chapa oxidada, que también cedería fácilmente ante cualquier esfuerzo mínimo.
Es solo cuestión de unas horas para que las moscas puedan sortear los obstáculos que las separan del festín de la carne muerta en estado fresco; en sucesión a su llegada alguien, alertado por el humo de la pava que se quema o se funde, podrá notar que una vida se perdió dentro de ese pequeño e inhóspito lugar y solo así. Nadie iba a visitarlo de vivo, pero quizás si tendría gente llorando en su velorio, antes, alguien tendría que reclamar el cuerpo, claro está...
  

jueves, 21 de marzo de 2013

Mientras moleste

Mis ideas se despluman
y mientras caen cual hojas secas
para ser pisoteadas
en alguna vereda
parque o patio
mis manos se entumecen
y en este papel...
nada hay que valga la pena de ser leído
ni héroes, ni quijotes
ni garabatos, ni ecuaciones
solo mambos de un boludo
que lo sigue haciendo
con desinterés a que nadie guste de leerlo
y mientras moleste
no pienso parar
porque no hay peor noticia para algunos.

Si unas cuantas palabras
logran hervirle la sangre a alguien
basta y sobra de motivo
por eso y nada más
si alguien necesita odiar
acá estoy yo que no soy nadie.

miércoles, 20 de marzo de 2013

She

She's a beauty
and she knows that
she knows what's a good fuck too
but completely ignores what's a cramp 
(beneath the skin)
or something that crossed the reason.

She will never cook for anyone
but she tastes so fucking good
in those ripped jeans 
walking over here and over there
talking with everyone
everyone but me.


domingo, 17 de marzo de 2013

La Rioja



Esta ciudad
este pueblo enmarañado
de personas raras y otras lindas
de garcas, infieles y asesinos
de gente que saluda al pasar
del malevaje y la indignación.

Carcomida su corteza
por los de arriba
que solo se ocupan de robar
y robar todo lo que puedan
antes de caer
y los de abajo
esbozan felicidad brutal
con migas y migajas.

No espero nada
nada bueno de este lugar
si hasta para ayudar se necesita permiso
y los jueces y diputados y senadores
y toda la mierda trajeada que lo circula
piensan en números y no en personas
porque las personas mismas
se han vuelto poco más
que meros números.

viernes, 8 de marzo de 2013

Karma

Balance cósmico
de los cuerpos y la nada
luz que se muere 
en hospitales, estacionamientos
y manicomios
la carne se come al alma.

Cantan pájaros de buen agüero
solo para quienes ven pasado en el pasado
y presente en el futuro
para quienes pueden apreciar
las bondades de un arte en descomposición
con añoranzas estériles
ya sin cuentas de oro puro
o espejos
tontos, ciegos...
no entienden la arquitectura del tiempo
y no les importa.

Se cierran las puertas del Olimpo
llueven ángeles desnudos 
y yo sin paraguas
los ríos se vuelven whisky
y yo sin hielo
mi fortuna es una prostituta
que baila con todos 
y no se sube a ningún auto
pero un buen trago caliente
no deja de ser un buen trago.

domingo, 3 de marzo de 2013

Dejá de llorar...




¿Qué hay detrás de todo esto?
De seguro me vas a matar una noche de estas
puedo imaginármelo y es hasta placentero
me vas a dar sexo a baldazos
me vas a cocinar pastas, sopas y costeletas
y una vez que me regocije en la victoria de tus brazos
en cuanto baje mi guardia
en pleno sueño tal vez…
mi corazón va a ser la vaina de tu espada
vas a hacerte un festín con mi carne
y a usar mis huesos para decorar tu habitación.

¿Soy acaso una presa más?
¿Qué más da? si los ciegos no pueden ver
los sordos nunca van a oír
y yo me voy a morir de todas formas
pero nunca con tanta gracia
como cuando por las noches
muero usando tus muslos como almohadas.

viernes, 22 de febrero de 2013

Así es...

Si se pasaran más tiempo diciendo lo que quieren realmente y menos tiempo esperando que uno lo descifre...
Putísimo siglo XXI ¿en qué convertiste a nuestras mujeres? si les pagás la cena sos un machista, si dejás que garpen no sos un caballero. Como si quisieran un caballero de todas formas, como si yo quisiera una dama post-moderna de todas formas. Ignoresé esto. Ignoresé todo, que nada tiene relevancia cuando se tiene las bolas por el suelo. No las entendemos porque ustedes no quieren que así sea.

sábado, 16 de febrero de 2013

¿Resaca? No, gracias.


Como balas, pequeñas cuentas de sol que se filtran sin piedad por la persiana acribillan mis ojos. Es domingo y no sé qué hora es. Manoteo algo en la mesa de luz desde la cama, aun con los ojos cerrados a la fuerza y en vano, no me despertó ningún despertador, tampoco es que tenga uno. Huelo muy mal, a vino en tetra, a litros de cerveza, a sudor de tipos que hicieron pogo.
Tengo el ojo algo hinchado ¡¿qué mierda?! tremendo sopapo me comí y apenas me acuerdo, por eso dolía tanto despertar. Se quien lo hiso, pero no sus motivos… andá a saber, seguro lo insulté, el devolvió el insulto y yo di el primer golpe; directo a la mandíbula. Puedo recordar como el y su barba retrocedían como respuesta, fue un buen golpe, pero no lo suficiente fuerte. El suyo fue descarado, atacó mi ojo de costado mientras yo hablaba con su prima, una chica nada linda, pero chica en fin, tampoco es que el abanico sea tan extenso en recitales de heavy metal; ya se había pasado la barrera de las 4 am, a eso se le suma mi ebriedad. En fin, su puño se incrustó en mi sien y en parte de mi ojo, de forma descarada como ya dije, desde el costado y sin que yo pudiera esperarlo, me tumbó, me levanté y nos trenzamos, un golpe a la vez. Llegaron los dos policías que estaban en la entrada y nos sacaron a palazos. Afuera volvimos a agarrarnos y los policías volvieron a surtirnos con sus palos para separarnos. Ambos nos fuimos rengueando, el por su lado y yo por el mío. Ahora ¿cómo llegué? Solo los árboles que me vieron pasar lo deben saber, aunque escuché por ahí que los árboles ignoran a los borrachos.  



miércoles, 13 de febrero de 2013

Solo con mi erección


Chica de la calle
me dejaste masticando al viento
solo con mi erección
yo te dejé mis huellas dactilares
en tu blusa y en el pantalón
también en tu abdomen y en tu espalda
en tu cara que es tan linda y blanca
yo que soy el vómito en el baño
de una estación de servicio en medio del campo
me di el gusto de sentirte suave y frágil.

Dejame que llegue más lejos
no me voy a arrepentir, sé que no
ni vos, o eso creo
no busco arruinarte la vida
pero no me molestaría si arruinaras la mía
estoy cuando y como te plazca
ahora que probé lo dulce de tu saliva
y lo agrio de un “nos vemos” vagante
en el que tu boca cambia de temperatura
del vehemente calor en los besos furtivos
a la escarcha de los que me despidieron.

martes, 5 de febrero de 2013

El pulpo


Yo estaba en una playa desnudo y parado frente a el, un pulpo de 15 metros, o más.

-¡BICHO DE MIERDA!- grité y corrí hacia el con el facón.

Corté una y otra vez, esquivando tentáculos y adentrando mi mano izquierda, que estaba desocupada en sus tripas viscosas y sacando con ella lo que alcanzara a agarrar desde su interior.
Logró tomarme con uno de sus tentáculos gigantes, como el, pero lo corté y volví a encarar. Esta vez con cortes más amplios y profundos, al fin pude abrirle un hueco que me permitiera entrar. Una vez adentro, di mil pincelazos con el filo del arma y sentí al bicho caerse sobre mí, muerto, bien muerto.

Luego desperté y Maradona me saludó sentado a los pies de mi cama.

-Hola pibe ¿ya mataste al pulpo?-

Y entre charla, accedió a contarme con detalles el gol a los ingleses, el gol más lindo de la historia de los mundiales.
Pero volví a despertar y en mi cuarto no había más que mi fiebre y yo postrados sobre la cama.

lunes, 4 de febrero de 2013

A comerse la cabeza




No me hablés de paz interna si no conocés el hambre
no me hablés de conciencia si no conocés el hambre.

Poco importa el amor, el orden, el odio o la paz
si el estómago vacío cruje y se retuerce
si la nada dentro de el se hace el todo en la cabeza
si se come nuestros nervio y neuronas
y todo poderoso, nos vuelve poco más que muertos.

¿Cuántos comerían del sueldo de un funcionario?
¿De las divisas de un empresario?
Un 2% tiene el todo entre todos
e invitar a almorzar al mundo
costaría menos de la mitad de eso, mucho menos
así que no me hablés de conciencia si no conocés el hambre.

jueves, 31 de enero de 2013

Si no hay amor que no haya nada.


-¿Te puedo preguntar algo?-
-Lo estás haciendo.-
-Bueno, otra cosa.-
-Dale.-
-¿No te jode que él hable de tus tetas como si le pertenecieran?-
-No, el las pagó.-
-Pero yo acabo de hacer uso abuso de ellas…-
-Claro, estamos peleados.-
-¿Qué pasó?-
-Le encontré mensajes bastante sucios de Ruth, una negra de esas que se la dan de rubias, es una de su compañeras de la uni ¿te suena?-
-¡Ah! Me suena, me suena…- dijo, hizo pausa y volvió a preguntar -¿Y por qué yo? Si apenas lo conozco, me lo crucé y charlamos re bien un par de veces en lo de Dany, nada más.-
-Te odia, me dijo que eras un gil.-
-¿Se siente bien?-
-Es una bomba de tiempo, se va a sentir bien cuando se entere.-
-Después de lo que me dijiste no me molestaría que se entere, me caía bien.-

El novio de ella viajaba con Ruth por el interior de la provincia. Ellos dos, disfrutaban excelsos y libres de toda culpa de las comodidades e incomodidades (el pequeño espacio de la cocina, el baño 2x2 y el escaso amueblado del living/comedor y... ¿por qué no? también el suelo) del departamento del infiel.
Se bebían sus cervezas y comían de sus comidas. En lo que quedaba de tiempo se la pasaban cogiendo… también corrían y jugueteaban como niños por todo el sitio desnudos, hasta que las ganas, cual búmeran, volvían a esclavizarlos y para su suerte, no se perdía tiempo alguno al no tener que desvestirse nuevamente. 

martes, 8 de enero de 2013

1,2,3... 9


Arte es eso que tenés entre manos, que sin cuerpo ni éter sigue teniendo forma y presencia, 34 puñaladas tangueras o tus labios encorvados pintándote una sonrisa, es exactamente lo mismo.
Lo que te desvela al son de los días de lluvia con increíble precisión y también se encarga de cobrárselas a tu ciclo menstrual.
Preciso es tenerte, antes que extrañarte o pensarte. El olvido también ataca con bombas molotov, palos y piedras al nicho donde lo nuestro caducó.
El arte nace al verte mientras probás vestidos y muere hoy con mi cara por las mañanas.
Sos vos, que no necesitás más que tu desinterés para lograr que mi cerebro se convulsione y tire manotazos de ahogado al papel.

Arte es poder decirte algo sin coherencia y que lo entiendas; que las noches ya me aburren, como la gente y lo que tiene para contar solo en ciertos lugares.
También me aburre pensar en vos, hace que lo que escribo sea malo, porque lo nuestro fue así, malo y aburrido. Sé que nunca estuviste de acuerdo, pero de nada sirve la vida si no hay excesos, yo lo sé porque viví un tiempo a tu manera. 


jueves, 3 de enero de 2013

El diario del lunes


El la miraba desde un rincón de la fiesta, estaba todo oscuro y su rincón lo estaba aún más. Era un tipo buen mozo, algo alto, barba a candado y pelo corto, casi militar pero lo cubría cierta aura de morbosidad y maquiavelismo, lo que lo hacía poco deseable a las mujeres. La muchacha, algo regordeta, baja, tetona y rubia bailaba, y de vez en cuando también lo miraba, pero con miedo y extrañeza, como a un desconocido familiar, de esos que se frecuentan de camino al super o al laburo.
El lugar era un manojo de gente de buen bolsillo y escasos recursos mentales, un galpón alejado de la ciudad, pero sin salir de ella y bien ornamentado, en vano, por lo oscuro, pero como todo, la oscuridad misma marcaba implícita un motivo, la anarquía de cuerpos desnudos y ebrios y drogados e insolentes.
Gente “fifí” rebelde entre cuatro paredes, grandes dotaciones de cocaína a disposición gratuita de toda nariz que se acercara a la barra, botellas de licores caros e impronunciables y música electrónica elaborada desde lo que parecía ser un altar por un DJ poco ingenioso, pero del mismo status que los miembros de la audiencia, mera burla al arte que terminaba por dar equilibrio a todo; equilibrio que se habría perdido por completo con la simple presencia de un “cabeza de tacho”, como ellos les dicen, alguien pobre o un negro de mierda para el resto de la gente que no hace uso de prejuicios.
Volviendo a ellos dos; el caminó hacia ella con la mirada fija y vacía. Ella comenzó a asustarse, pero siguió bailando, después de todo, estaba con su gente y todos eran civilizados, al menos entre sí.

-Hola nena- La saludó al oído en voz fuerte y clara.
-¿Te conozco?- Respondería la chica de igual manera.
-Pareciera que si ¿no?
-Creo que te vi por el barrio, pero nunca hablamos.
-Es lo que estamos haciendo ahora.
-Ah, qué bueno que seas inteligente.
-Hago mi mejor intento.
-¿Esto es un intento?
-Lo es…
-No me gustás y no creo que nada de lo que me digas pueda cambiarlo- Dijo ella y comenzó a alejarse.
-Vamos nena, me estabas mirando, nos estábamos mirando, esperé este momento toda la puta noche- Exclamó apretando los dientes con rabia, mientras con su mano apretaba el brazo de la pobre gordita falta en expresiones.
-Si te miré fue porque me mirabas con esa cara de depravado, no porque quería algo con vos, me das miedo- Ciertamente, le daba miedo y su brazo aprisionado por el fuerte apretón se había marcado debido a la fuerza aplicada sobre él y el esfuerzo por soltarse, luego se alejaría un poco.

Ahora la miraba parado en medio de la pista, ella, a dos metros de distancia se había alejado tanto como lo permite el fracaso de un chamuyo para reincorporarse a su grupo.
Este muchacho no estaba nada acostumbrado al rechazo, a pesar de siempre elegir lo que consideraba como seguro, pero, ¿Qué es lo seguro? Y más en la noche y su crueldad, aunque el resto parecía disfrutarlo, ya que la mayoría había encontrado una pareja con la cual tener sexo, dejando así mucho lugar en la pista y abarcando casi por completo los sillones que estaban ahí justamente para eso.
Todo terminó, cada quien subiría a su auto para volver a casa, camino a los coches la volvió a cruzar.

-Vamos nena, te tiro hasta tu casa, vivimos en el mismo barrio- Barrio privado, por supuesto.
-No te conozco y sé que vivimos cerca, pero tengo quien me lleve, así que gracias… pero no gracias- Minutos después, tras la partida de su acosador subiría a un Land Rover con otro muchacho.
-¡Andá gorda del orto!- Le gritó, ella se alejaba, el arrancó reventando en odio mientras miraba por el retrovisor como ella continuaba conversando con sus amigas antes de subir al Rover.

Se cercioró de llegar rápido al barrio, que tenía en su entrada una garita para un guardia obeso y viejo, lo saludó con un gesto y siguió. Ya era domingo y el sol había asomado casi la mitad de su luz. Al llegar no guardó el Bentley de su viejo, se metió a su casa, levantó el teléfono y llamó al guardia.

-¿Alberto?
-Señor Svensson, ¿en qué le puedo servir?
-Si… vine desde el lado sur del complejo y un par de tipos que tomaban vino posados en las rejas me tiraron piedras al pasar ¿podrías ir a echarlos? Yo tengo que salir de nuevo, olvidé algo en lo de mi chica y a la vuelta paso por ahí de nuevo- Mintió, era soltero, pero el guardia sabía de quienes vivían en ese barrio lo suficiente, nombre, apellido y chismes, como de él sabía que le gustaban las gorditas y que no tenía mucha suerte.
-Sí señor, ¡ahora mismo voy para allá! ¿le dejo arriba las barreras?
-Por favor Alberto…

Alberto corría a paso lento, le tomaría un minuto llegar hasta la casa de los Svensson para fingir interés y otros siete u ocho caminar pasada la casa hasta el lado sur del basto complejo.
Salió de su casa con un fierro escondido en el abrigo y se metió rápido en el auto a esperar lo calculado; y fue ahí cuando vio el gigante Land Rover en el que la chica se había subido. Antes de la entrada había un Boulevard floreado de unos cincuenta metros, ella se bajó al comienzo de este ya que no quería ser vista con su amigovio, pudor inocente de las primeras andanzas.
Dentro del auto y una vez que el Rover estaba lo suficiente lejos, Svensson arrancó, giró en u y apuntó su auto a ella, que caminaba apenas dentro del complejo. Puso el auto a la par, se bajó, sacó su fierro del abrigo y ella no pudo oponer resistencia alguna, su cabeza quedaría magullada por dos golpes certeros y veloces; luego, rápidamente la subió al auto, tarea fácil para sus fuertes brazos. La arrojó en los asientos traseros, puso primera y salió del complejo. Lo efímero del acto no permitió a la sangre dejar rastro más que de ínfimas gotas que el gordinflón Alberto nunca vería.
Llegó al dique de la ciudad tras pasar el puesto control sin gente, en el camino le habría dado un par de golpes más para asegurarse el si por completo en esta ocasión. Buscó el lugar que solían frecuentar con sus amigos, una especie de playa lejos de la ruta y comenzó su faena. La vio ensangrentada y si bien, ya no le causaba tanto como al principio de la noche, ni mucho menos como después de esnifar tanta merca o de tomar tanto vodka, la sacó del auto, arrancó su falda corta con las manos, la puso boca abajo, sacó su verga y la apuñaló con ella una y otra vez hasta acabar, pero con la meticulosidad de no mancharse con su sangre. Luego le puso su abrigo y llenó todos sus bolsillos de piedras y cuanto objeto pesado encontró. La hizo rodar desde el borde al dique y vio cómo se hundía, con la mirada aun vacía y mientras colocaba un cigarro en su boca. Al volver, pasó por el barrio San Vicente y a no más de cien metros de un grupo de muchachos ebrios que le gritaban toda clase de cosas dejó el auto con la puerta abierta y la llave adentro. Corrió hasta la avenida más cercana y no paró hasta cruzarse con un taxi para volver a casa.

Luego de ser descuartizado, el auto sería quemado por los negros, que a pesar de la gran cantidad de sangre, no dejaron de interesarse solo por lo vendible o lo brillante y por no dejar rastro alguno, a su vez, para demostrar quién manda en el barrio y que este sea protagonista de la portada del diario.
Ella se volvería una víctima de la trata de blancas y su cara sobre un cartel de “SE BUSCA” compartiría junto a la imagen del Bentley quemado, la tapa del diario del lunes. 
El a lo sumo sería sospechoso, pero las pistas nunca alcanzarían de todas formas.

martes, 1 de enero de 2013

Matame si no te sirvo

Me gustaría que quieras algo de mi
cualquier cosa
que necesites un favor
plata, drogas, lo que sea
una noche
la noche entera
que me quieras dentro tuyo
o que simplemente gustes de verme
como mis ojos gustan de cada partícula del tiempo
cuando están posados en vos
en los pequeños huecos que se forman en tu espalda baja
en las lineas suaves de tu abdomen
tus tetas de platino
simétricamente atractivas
del tamaño preciso
o tu sexo entero
desde lo bajo de tus labios de abajo
hasta la cima del monte
que mi lengua, frenética mataría por escalar
una noche cualquiera
la noche entera.

Me gustaría que quieras estar
aunque sea hasta que el sol 
ese hijo de mil putas, aguafiestas
asome su pútrido rostro
sobre los ya azotados techos
de esta ciudad somnolienta
después te vas, a mi no me importa
pero me gustaría servirte
o que al menos me mates
me cuesta diferenciar entre la inutilidad y la vida 
es por vos, a mi me da igual 
matame si no te sirvo
quemame y tirá las cenizas en el basural
y nunca me tengas afecto alguno
no me llores, ni hagas duelo
porque no me conocés.